El muerto vivo I

 "¡Cuán poco se da cuenta el lector -mientras, cómodamente sentado junto al fuego de su chimenea, se entretiene en hojear las páginas de una novela -de las fatigas y de las angustias del autor! ¡Cuán poco se cuida de representarse las largas noches luchando contra las frases que se le resisten, las sesiones de investigación en las bibliotecas, las correspondencias con eruditos e ilegibles profesores alemanes; en una palbra, todo aquel andamio que el autor edifica para demoler después, simplemente para procurarle a él, lector de su obra, algunos momentos de distracción junto al fuego de su chimenea o para moderar el aburrimiento de una hora de ferrocarril!" (El muerto vivo, Robert L. Stevenson)

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