Pálido fuego I

"Lo que más me sorprendió fue que fuese él, mi erudito propietario, y no su "patrona", quien dirigiese la casa. No sólo me había dejado un inventario detallado de todos esos objetos que se apiñan alrededor de un nuevo inquilino como indígenas amenazadores, sino que se había tomado un trabajo prodigioso para escribir en pedacitos de papel recomendaciones, explicaciones, requerimientos y listas complementarias. Todo lo que toqué el día de mi llegada me proporcionó un ejemplo de goldsworthianismo. Abrí el botiquín el baño y se escapó un mensaje anunciándome que el depósito de las hojas de afeitar usadas estaba demasiado lleno para utilizarlo. Abrí la refrigeradora y me advirtió con un ladrido que "ninguna especialidad nacional con olor difícil de suprimir" debía ser guardada en ella. Abrí el cajón del escritorio y descubrí un catalogue raisonné de su magro contenido, que incluía una colección de ceniceros, un cortapapel damasquinado (descrito como "una daga antigua traída de Oriente por el padre de la señora Goldsworth"), y una vieja agenda de bolsillo sin usar que maduraba con optimismo a la espera de que volvieran las correspondencias a su calendario." (Pálido fuego, Vladimir Nabokov)

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