Los tres impostores IV

"Desde mi asiento divisaba la calle y pensaba en lo que le diría a Francis, cuando el cielo comenzó a brillar y enrojecerse, como en otra tarde memorable, y en el espacio entre dos bloques oscuros de casas surgió un tremendo escenario de llamas: torbellinos incandescentes de nubes retorcidas, profundidades ardiendo, masas grises exhaladas por una ciudad humeante, mientras aparecía una gloria perversa y desumbrante, atravesada en lo alto por lenguas de fuego aún más ardiente y hundiéndose por debajo en un profundo lago de sangre." (Los tres impostores, Arthur Machen)

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