Ada o el ardor XI

"Durante aquel tiempo Arwin estaba ocupado en transformar la limusina en ambulancia. Deshicieron periódicos para proteger el tapizado de los asientos, y el meticuloso capitán añadió algo que se parecía bastante a un viejo saco de patatas o algún otro tejido podrido de cualquier alacena. Sin duda aquello no era bastante porque, luego de volver a meter el brazo en el maletero del coche, gruñendo "¡qué sucio fregado!" (lo cual resultaba bastante exacto), se resignó a sacrificar el antiguo y mugriento impermeable sobre el que había muerto, en cierta ocasión, un perro decrépito, pero muy querido, durante su traslado al veterinario." (Ada o el ardor, Vladimir Nabokov)

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