Ada o el ardor VII

"En principio, uno abre la puerta con infinitas precauciones, muy lentamente, muy suavemente, con la vana esperanza de ahogar el atroz crujido, el gemido rechinante que la puerta va emitiendo al abrirse. Y luego, se descubre en seguid que cuando se la abre o cierra con celeridad, con un empujón audaz el gozne diabólico es cogido por sorpresa y su grito no viene a turbar nuestro silencio triunfante. (...) Ada y Van sabían que ciertas puertas de la memoria deben quedar cerradas si no se quiere que su monstruosa queja desgarre hasta el último nervio del alma. Pero si la operación se ejecuta con presteza, si las manchas indelebles sólo son mencionadas entre dos ágiles agudezas, es posible que la fuerza anestésica de la vida atenúe el inolvidable suplicio que podía resultar de la puerta que se abre." (Ada o el ardor, Vladimir Nabovkov)

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