Ada o el ardor II

"Alonso era un hombre pequeño y arrugado, vestido con un smoking cruzado, y sólo comprendía el español. Desdichadamente, el repertorio de palabras españolas a disposición de sus huéspedes no pasaba mucho de la media docena. Van conocía "canastilla" y "nubarrones", que había encontrado en la edición bilingüe de un bellísimo poema español citado en uno de sus libros de estudio. Ada recordaba, por supuesto, "mariposa", y dos o tres nombres de pájaros encontrados en la guías ornitológicas de Iberia, como "paloma" o "perdiz". Marina conocía "aroma", "hombre" y un término anatómico con una "j" en el medio. En consecuencia, la conversación de la mesa consistió aquella noche en frases españolas, largas y pausadas, pronunciadas con fuerte voz por el voluble arquitecto, el cual creía que estaba tratando con personas muy sordas, más algunas migajas de francés, inútil aunque deliberadamente italianizadas por sus víctimas." (Ada o el ardor, Vladimir Nabokov)

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